jueves, 7 de noviembre de 2013

Millaray Huichalaf, machi de Río Bueno

El capitalismo es la enfermedad de la Tierra














Machi Millaray Huichalaf: en arresto domiciliario.

El pasado 30 de mayo, la machi Millaray Huichalaf, de la comunidad El Roble-Carimallín, cercana a Río Bueno, salió de la cárcel de Llancahue, Valdivia, tras cuatro meses de prisión. Junto a ella, los tres últimos inculpados por encubrimiento del ataque incendiario que afectó a la casa del cuidador del fundo Pisú-Pisué, en la zona de Mantilhue. El tribunal local determinó que mientras continúe la investigación, Huichalaf y los otros mapuches no constituyen peligro para la sociedad y dictaminó arresto domiciliario, en el caso de la machi, nocturno.

El caso puede entenderse como la reiteración de la estrategia de represión y criminalización que el Estado ha entablado contra las comunidades mapuches que luchan por la defensa y recuperación de sus territorios. El encarcelamiento, mientras dure la investigación, es un mecanismo para debilitar la defensa de las comunidades, amedrentarlas y desorientarlas. El caso también es singular dado el relieve público que tenía la machi Huichalaf, así como la joven lonko de la comunidad, Juana Cuante. Ambas se habían transformado en los rostros de una resistencia que interpelaba al Estado y a las empresas privadas.
Desde 2008, El Roble-Carimallín, junto a otras comunidades, nucleadas en el lof en resistencia del río Pilmaiquén, venía luchando por la recuperación de un predio, ocupándolo pacíficamente y resistiendo “con sus cuerpos”, como señala la machi. Se trata de la defensa de un espacio sagrado: el ngen Kintuante, referencial para las comunidades del lof. Según la cosmovisión mapuche, el ngen es el espíritu dueño de un territorio. En el lugar existe un cementerio ancestral, un eltun, y además, confluyen fuerzas espirituales desde los cuatro puntos cardinales: es un meli wixan. “Si se llega a alterar el ngen, traerá consecuencias no sólo para nosotros sino para mucha gente, para todo el Wallmapu, para toda la Tierra. Pero las empresas no lo entienden”, dice la machi Huichalaf.
Este espacio quedará sumergido por las aguas del río Pilmaiquén, a causa de la construcción de las tres represas del complejo hidroeléctrico que lleva la firma de la empresa chilena Pilmaiquén S.A., asociada con Energía Renovable S.A., filial de Citicorp International. El predio donde radica el ngen Kintuante era “propiedad” del pastor evangélico Juan Heriberto Ortiz, pese a ser reclamado hace años por la comunidad de la machi Huichalaf. La disputa era reconocida inclusive por la Conadi. Ortiz terminó vendiendo la tierra a la empresa, tras la detención de la autoridad mapuche.

PERSECUCION DEL ESTADO
La noche del 10 de enero pasado, un grupo de desconocidos llegó la casa del cuidador del fundo Pisú-Pisué, en la zona de Mantilhue, cercana al lago Puyehue. Tras maniatar a la familia, quemó la vivienda. Este hecho fue presentado por el gobierno regional de Los Ríos como un ataque terrorista de un grupo mapuche. Se debe recordar que, días antes, un atentado incendiario en la zona de Vilcún (región de La Araucanía) terminó con la vida del matrimonio terrateniente Luchsinger-Mackay.

Días después, la policía detuvo a los machis Millaray Huichalaf y Tito Caniulef, así como a Félix Delgado, Alex Bahamondes, Cristián García Queipul, de la comunidad Newey Yifkén, de Pichipelluco, en las cercanías de Puerto Montt, y Facundo Jones Huala, este último procedente del Puelmapu, es decir, de Argentina, de una comunidad vecina a Villa La Angostura.
“Hoy el Estado persigue a la gente que lucha por defender lo propio y tiene un planteamiento en contraposición al capitalismo, como lo hacemos nosotros. Es un pensamiento y una filosofía distinta a la que impone el sistema”, señala la machi Millaray Huichalaf, al inicio de esta entrevista. “El que yo haya asumido el rol de liderazgo en mi comunidad con ese principio, hace que nuestra política sea distinta a la del Estado. Yo veo, y mi comunidad ve, que hay una persecución política. Yo soy una presa política. Al levantarme mi gente como una figura pública, yo sabía que en el momento de asumirlo tendría que asumir también los costos políticos”, señala. 

La machi agrega que Carabineros la seguía hace tiempo, tomándole fotos en la calle, así como a su familia. “Ellos (la policía) necesitaban una excusa. Nosotros no nos hacemos cargo de lo ocurrido en Pisú-Pisué, allí existen otras comunidades y hay conflictos igualmente, pero ahí existe otra gente que está a cargo de esas comunidades; yo no puedo pasar a llevar eso. Es por lógica que no hubo participación nuestra, pero es por‘lógica mapuche’, pero ellos (la policía, el Estado) no lo entienden”.

VER LO QUE OTROS NO VEN
Cuando Millaray Huichalaf era niña, comenzó a sentir manifestaciones que le indicaban que sería machi. Comenzó a entrar en trance. “Me vieron médicos winkas con medicina occidental, decían que era epilepsia u otras cosas. Mi padre siempre se rehusó a lo espiritual, pero de a poco fue entendiendo. Tuvo que acudir a lonkos, y machis más antiguas para que me acompañaran. Anterior a eso, cuando era más niña, una machi en una ceremonia dijo que yo tendría alguna vez ese cargo. Yo sabía que mi bisabuela había sido machi. Finalmente, en Malleco, una machi me hizo entender que en mi comunidad, durante mucho tiempo, no hubo el cargo porque yo debía asumirlo. Como era muy viejita y casi no hablaba castellano, me derivó a otra machi que ella había formado”, recuerda.

Con estas mujeres, Millaray comenzó su machilugun, proceso para transformarse en machi. Más allá de las manifestaciones físicas, habitualmente dolorosas, serlo no es sencillo, relata Millaray. “Una se debe alperimontun, el espíritu que nos levantó, y debe dejar todo lo mundano, lo material, los vicios, lo occidental; yo debiera dejar esta lengua en que le hablo... Es difícil porque es necesario para interrelacionarnos entre culturas”, señala, sonriendo.
Si una cárcel es un lugar inhóspito y, muchas veces, antihumano, significa algo peor para una machi. No sólo por el vínculo que debe mantener con los elementos naturales y espirituales de su territorio, sino por el rol médico, religioso y orientador que las machis cumplen al interior de sus comunidades. El encarcelamiento de Millaray Huichalaf vulneró una vez más el Convenio 169 de la OIT, que el gobierno ratificó en 2008. Si antes lo había hecho con la Ley de Pesca, en cuyo trámite no consultó a los pueblos originarios afectados, esta vez volvió a infringir dicha legislación, en su artículo 10, que indica: “Cuando se impongan sanciones penales previstas por la legislación general a miembros de dichos pueblos deberán tener en cuenta sus características económicas, sociales y culturales”. La situación fue denunciada en abril pasado, durante la visita a Santiago de James Anaya, relator de la ONU sobre asuntos indígenas.
“A mi comunidad no le sorprende esto, porque los machi tenemos la capacidad de orientar y ver lo que el resto de la gente no ve... En nosotros bajan los espíritus de los antepasados, guerreros que vienen a orientar la lucha; si nos encarcelan a nosotros, la gente pierde aquel contacto. Me cuesta decirlo en castellano... pero eso es lo que ellos (el Estado) quiere encarcelar, porque mantenemos viva la esencia de la lucha mapuche. Estoy segura que esto no se maneja a nivel de la policía común, sino por la inteligencia policial. Estoy libre ahora, pero después volverán a encerrarme”.

La lucha por el “ngen” Kintuante, ¿se conecta con la demanda por autodeterminación que ha surgido desde algunos sectores mapuche?
“En todas partes donde hay focos de resistencia se levanta la reivindicación nacional mapuche. Existe un proyecto político, a nivel de Wallmapu, que es la idea de la liberación como pueblo. Quizás eso es lo que anhelamos todos los mapuche aunque tengamos diversas demandas locales”.


Me señalaba que la lucha mapuche es anticapitalista. ¿Puede profundizar en ese punto?

“Es un poco gracioso, pero es verdad (sonríe). Si se es un mapuche correcto, debe ser anticapitalista. Los principios nuestros son en base al admapu, de respeto y convivencia entre nosotros, la tierra, los animales... Si se rompe ese equilibrio, ahí comienza la enfermedad. El capitalismo es la enfermedad que tenemos hoy en la Tierra. Ellos llegan a enfermarnos a los machi, primero, y luego a toda la comunidad. El rakiduam, es decir, el pensamiento antiguo que nosotros cargamos, es un pensamiento puro, que no ataca a nadie pero sí se defiende. Ser lo que somos es un peligro, ser mapuche es un peligro. No queremos que las centrales hidroeléctricas sean nuestras. Queremos que nadie nos corte el río”.


FELIPE MONTALVA

En Valdivia

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 785, 12 de julio, 2013)





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